Ex Hacienda Atlacomulco, San Antonio, Jiutepec
Actualmente Hotel Hacienda de Cortés, que cuenta no sólo con lujosas habitaciones sino también con espléndidos jardines, restaurant, piscina y asoleadero.
Este ingenio de especial interés no sólo por haber sido de gran importancia sino porque perteneció a los descendientes de Hernán Cortés, desde el siglo XVI hasta el XX, pero con la peculiaridad de haber estado arrendado la mayor parte del tiempo. Sin embargo, debido principalmente al gran respaldo económico que tuvo desde sus orígenes, nació como una gran empresa industrial, que después, como muchos otros, amplió sus instalaciones para llegar a ser, durante largo tiempo, el más poderoso del virreinato.
La fundación de este ingenio se da en el año de 1642, cuando Hipólito de Santoyo, arrendatario en ese entonces de Tlaltenango y de común acuerdo con los marqueses del Valle, muda a Atlacomulco "todas las prensas, cobres, esclavos, ganado, rueda y aperos del ingenio antiguo nombrado Tlaltenango", pues corrían el peligro de ser embargados o hasta rematados debido a continuos pleitos.
Los orígenes de la tierra se remontan a la Merced Real que obtiene Hernán Cortés al tiempo que Carlos V le confiere el título de Marqués del Valle en 1529 y que hereda al 2° Marqués, don Martín, hijo de doña Juana Ramírez de Arellano y Zúñiga (no confundir con el otro hijo Martín que tuvo Cortés con Doña Marina). Fue a España con su padre en 1540 y entró al servicio de los reyes, primero Carlos V y luego con Felipe II, se casó con su prima y sobrina Ana Ramírez de Arellano, con quien tuvo a Fernando, tercer Marqués, Pedro, 4° Marqués, y Juana, 5a Marquesa.
Curiosamente, este ingenio no se modernizó con el advenimiento posterior de las técnicas de vapor pues siguió fabricando con el métod de fuego directo, lo que no le impidió obtener el primer premio y Medalla de plata por la calidad de su azúcar y una Mención Honorífica por su aguardiente de caña en la Exposición Internacional de París en 1889.
Para 1909 el recién nombrado apoderado del Administrador Judicial de la Sucesión del Principe José A. Pignatelli Cortés, Duque de Terranova y Monteleone, don Pedro S de Azcué manifestó que la finca tenía 2,206 hectáreas y contaba con casa habitación, compuesta de una sala, seis recámaras, comedor, cocina, dos cuartos para criados y cuarto de baño. Además de varias localidades para purgares, almacenes, casa de calderas, carpintería, apero, fundición, trapiche, fragua, centrífugas, fábrica de aguardiente con su cuarto de infusiones. En el real tenía once cuartos de adobe. Su ganado se componía de 207 mulas y machos, 116 bueyes, 8 vacas, 3 becerros, 4 crías y 5 caballos de silla. Entre la maquinaria destacan un trapiche escocés de tres moledores con banda para subir la caña, su turbina y engranes de fierro, un trapiche viejo con su rueda hidráulica, un molino para limpiar, nueve mancuernas, una caldera de vapor de 25 caballos de fuerza, dos centrífugas inglesas, bombas, planas, etc., por lo cual se le adjudicaba un valor fiscal de trescientos mil pesos y uno verdadero de 375,000.
Después de la lucha revolucionaria se repartieron las tierras de la hacienda entre los ejidos de Jiutepec, Tejalpa, Acapantzingo, Chapultepec, Atlacomulco y la Colonia José G. Parres, restándole al casco unas 134 hectáreas.
Fue hasta el año 1973 que la adquiere el eminente cirujano don Mario González Ulloa quien inicia la labor de limpieza y retiro de escombros acumulados por años, para ir descubriendo espacios y reconstruyendo las partes que han sido habilitadas para hotel y restaurant, así como la casa del dueño.
Así podemo admirar los salones que alojaron la fábrica de alcohol, hoy convertidos en comedor, el antiguo bagacero es el bar, la antigua hornalla con su bóveda original vestibula la entrada lateral al auditorio que fue la casa de calderas, hoy cubierta de murales de José Hernández Delgadillo. Donde estuvo la caldera de vapor es hoy un patio que ha perdido su bóveda.
El patiecito anexo al comedor, que hoy ya no tiene techo, alojó el trapiche nuevo y su turbina, cuyas bases se pueden ver todavía y cuyos rodillos se exhiben en los jardines y al fondo el gran salón que se usa para exposiciones fue donde estuvo el antiguo trapiche con su rueda hidráulica, los alambiques, subiendo unos escalones a lo que fue el salón de infusiones y hoy aloja la magnífica alberca del hotel.
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Fuente: Morelos hoy
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